RIP en noviembre
OpiniónCon el mes de noviembre de 2024 se fue el México que en los últimos 30 años pasó de la “dictadura perfecta” del priísmo a la esperanza de un país provisto de pesos y contrapesos en el poder; de una democracia disfrazada a una razonablemente funcional que propició alternancia y equilibrios políticos.
La viabilidad democrática de nuestro país no se acabó en 2018, pero su último beneficiario, Andrés Manuel López Obrador, se empeñó en minarla y eventualmente destruirla. Si bien en 2021 vio que eso no sería posible por la vía legítima, dedicó los últimos 3 años de su gobierno a fraguar la destrucción del andamiaje que le permitió acceder al poder y que ahora se empeña en mantener a la mala y a través de su heredera, quien sigue puntualmente el guion de la ignominia.
Porque Claudia Sheinbaum no solo permitió, sino que alentó el llamado “Plan C”, planteado en febrero de este mismo año por su antecesor como un “toma todo” en el perverso juego de la pirinola obradorista.
Es así como el último día hábil de noviembre de 2024 quedará ominosamente marcado como la fecha en que, a dos meses del de un supuesto cambio de mando y a seis años del inicio de la mal llamada Cuarta Transformación, murió el Poder Judicial de la Federación y los organismos autónomos del Estado, concebidos para frenar los límites otrora infinitos del presidencialismo mexicano, que ahora vuelven por sus fueros en la figura reeditada de un jefe máximo.
Si bien la suerte de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y el Consejo de la Judicatura Federal estaba echada con la infame operación electoral de Morena y AMLO, ejecutada ilegal y descaradamente con recursos públicos, el fin del periodo constitucional como ministro de Luis María Aguilar marcó también el colofón de una Corte que fue independiente de los otros poderes apenas durante tres decenios.
La vacante abierta en el máximo tribunal del país no será ocupada y jamás veremos un pleno judicial de 11 miembros, que será reducido a 9 togados electos, que en 2025 serán los protagonistas de una de las grandes estafas político-electorales en la historia nacional.
También el fin de noviembre marcó el ocaso definitivo de los organismos autónomos que tanto disgustaron al caudillo cuando -a pesar de que fueron definitivos en su ascenso al poder- le estorbaron en sus pretenciones autocráticas.
Porque hay que recordar que las revelaciones de corrupción conocidas gracias al INAI se convirtieron en banderas de campaña para López Obrador, como las otras instituciones en materia de competencia económica, telecomunicaciones y energía, le dieron al presidente tabasqueño mucho mejores condiciones de país que las que él mismo “entregó” 6 años después.
Ahí están las estadísticas y los datos duros, suficientes para sepultar la patraña de “los otros datos”. Y por si fuera poco, ahí está también que al acabar el fatídico noviembre se nombró una nueva operadora ejecutiva del INE, a modo de la impuesta y muy morenista presidenta del colonizado árbitro electoral mexicano.
Puras vergüenzas. ¿Felices fiestas decembrinas?